Pese al hecho de que se ha avanzado mucho en este ámbito en los últimos años, aún queda un largo camino por recorrer si nuestro objetivo es la igualdad en la educación en todos los sentidos. Sin ir más lejos, en pleno siglo XXI seguimos enfrentándonos a problemas como la hipersexualización de las niñas a edades cada vez más tempranas o a la justificación de los micromachismos por cuestiones de la «naturaleza masculina» de los niños. Por no hablar de los estereotipos en la elección de los estudios superiores o la sexualización de juguetes como pelotas o muñecas.
El proceso de socialización y de educación nos transmite los modelos a seguir en función de nuestro sexo biológico desde pequeños, y nuestro entorno –familia, colegio, amistades, medios de comunicación– contribuye a ello en gran medida. En este sentido, la coeducación en los centros educativos adquiere especial importancia a la hora de posibilitar que niños y niñas tengan las mismas oportunidades y crezcan libres de roles y estereotipos sexistas.
Un gran número de estudios apuntan a que las conductas estereotipadas se adquieren en la infancia y se desarrollan a medida que crecemos y maduramos. Por eso, es de vital importancia fomentar la igualdad en la escuela desde Infantil y seguir trabajándola e incorporándola a nuestras rutinas de aula durante la Primaria. Por un lado, podemos fomentar la coeducación en el colegio formándonos –y animando a los compañeros y compañeras a que hagan lo propio– en materia de coeducación y de estrategias para favorecerla. Además, es buena idea seleccionar materiales escolares, libros de texto o proyectos educativos no sexistas que fomenten valores como la igualdad. Otra opción es estipular que el profesorado motive a participar por igual en las tareas del aula a niños y niñas, y les asigne responsabilidades equitativas.
Por otro lado, también podemos aplicar prácticas sencillas para trabajar con el alumnado. Por ejemplo, fomentar juegos y juguetes neutros, cooperativos y compartidos. O desexualizar los juguetes que tradicionalmente se han asignado a uno u otro género, animando a las niñas a jugar con pelotas y a practicar deporte y a los niños a jugar con muñecas. Los patios, por ejemplo, podrían tener zonas diferenciadas para actividades tranquilas y actividades de movimiento, de manera que el alumnado jugara en una u otra en función de sus gustos y capacidades. Incluso podría añadirse una tercera área de experimentación con la naturaleza.
Si queréis profundizar más en el tema, en la web de Educar en igualdad encontraréis muchos recursos relacionados con la coeducación.
Aparte de estas estrategias de juego y conducta en el aula, existe mucha literatura infantil especialmente pensada para facilitar la coeducación, con historias y personajes que rompen con los estereotipos de género tradicionales: princesas que quieren ser guerreras, príncipes emotivos, dragones bondadosos…
En Algar estamos convencidos de la importancia y la necesidad de educar en igualdad y, por eso, hemos incorporado a nuestro catálogo títulos que, precisamente, apuestan por fomentar valores como la equidad, la tolerancia, la igualdad… Por ejemplo, en nuestra colección de álbumes ilustrados, pensada para los más pequeños y pequeñas, encontramos títulos como ¿Qué me cuentas, Caperucita? –donde la protagonista de este cuento popular decidirá cambiar su capa roja por una multicolor–, Un mundo de mujeres extraordinarias –que realiza un viaje por los cinco continentes a través de todas las épocas de la humanidad para descubrir las biografías de mujeres que marcaron la historia–, o Niñas que imaginaron lo imposible (y lo consiguieron), que destaca mujeres valientes y atrevidas que lograron cumplir sus sueños, por imposibles que parecieran.
No solo es importante trabajar la coeducación desde edades muy tempranas, sino que también lo es hacerlo desde los diferentes ámbitos en los que se mueven los niños y niñas. Por eso, es imprescindible involucrar a las familias en el proceso. Al fin y al cabo, los más pequeños son como esponjas que absorben todo lo que su entorno les ofrece.
Es importante que las tareas y responsabilidades domésticas se repartan igualitariamente entre los miembros de la familia, sin diferenciaciones por sexo (aunque es comprensible hacerlas en función de la edad). Si uno de los miembros de la familia reúsa hacer sus tareas, es vital que ningún otro las asimile y las realice para que no se queden sin hacer: los niños y niñas deben aprender a ser responsables y a colaborar con el resto de la familia. Así, crearemos un buen entorno de convivencia, que el alumno replicará en el aula, ya que será lo «habitual» en su día a día.
En este sentido, también es importante fomentar el trabajo en equipo, por ejemplo, limpiando entre todos o, incluso, realizando actividades motivadoras como recompensa si todos se han hecho cargo de sus tareas. De esta manera, los niños y niñas comprobarán que, si todo el mundo colabora, todos salimos ganando, y promoveremos así comportamientos igualitarios y no sexistas.
En definitiva, debemos tener presente que la coeducación es el mecanismo perfecto para que los niños y niñas se conviertan en adultos no limitados por roles de género estereotipados y, por este motivo, es imprescindible implementarla en los centros educativos y fomentar valores como la igualdad o el cooperativismo. Al fin y al cabo, como afirma la escritora Chimamanda Ngozi Adichie, «Hacerlo diferente es el paso que necesitamos. Solo depende de querer hacerlo diferente».