Gracias a la aportación de especialistas en psicología y pedagogía de la talla de Howard Gardner, creador de la teoría sobre inteligencias múltiples, o Daniel Goldman, a quien debemos el desarrollo del concepto de inteligencia emocional, en las últimas décadas los contenidos curriculares de los estudios de primaria han ido abandonando su excesiva rigidez, abriéndose a ámbitos como la adecuada gestión de los sentimientos y las emociones.
Poco a poco, ha ido calando entre responsables educativos y maestros la necesidad de incluir la educación emocional como una cuestión fundamental para lograr el desarrollo integral de las personas, ayudarles a controlar y trabajar su emociones y, en definitiva, capacitar para la vida a los niños y niñas.
La inteligencia emocional es, por consiguiente, un campo que va más allá de los conocimientos clásicos, como matemáticas o lengua. Se trata de un aprendizaje enfocado en la toma de conciencia de las propias emociones y las de los demás, desarrollando una actitud empática que nos ayude a todos a ponernos en el lugar de nuestros semejantes, comprendiendo mejor sus necesidades e inquietudes.
Desde el rol de profesores o maestros, trabajar con eficacia las emociones en el aula requiere tener muy bien definidos los objetivos que queremos lograr, los cuales pueden y deben variar en función de las necesidades que vayan surgiendo, tanto en el conjunto de la clase, como a nivel individual.
No obstante, existen una serie de metas y objetivos comunes y perfectamente válidos en el ámbito de la educación emocional, que el equipo docente no puede perder de vista:
Los profesores de primaria cuentan con dos tipos de instrumentos y herramientas muy útiles y eficaces para enseñar y practicar inteligencia emocional: los juegos y las lecturas.
A través del juego es posible enseñar todo tipo de conceptos a los niños, tanto teóricos como prácticos, sin que por ello dejen de divertirse y sin que tengan la sensación de estar recibiendo la clásica lección. La educación emocional, al tratarse de un campo que exige la interacción constante con demás, encuentra en los juegos su ecosistema de desarrollo ideal.
Estos son dos ejemplos de juegos de educación emocional, dentro de las muchas opciones posibles, para practicar en el aula:
Las lecturas en general y muy especialmente los cuentos son ideales para trabajarlos en grupo y, siempre con una distancia de seguridad, entrenar las emociones, vivir todo tipo de experiencias y ejercitar el autoconocimiento, la autoconciencia y, en definitiva, promover el desarrollo integral de la persona.
En lo que respecta a los cuentos y su uso en la educación emocional, podemos distinguir entre dos tipos: las obras con contenidos que logran emocionar y los cuentos centrados temáticamente en las propias emociones. Los responsables educativos y maestros pueden decidir el tipo de cuento que más les conviene utilizar en función de los conceptos que quieran enseñar en cada momento.
A continuación, os recomendamos 5 libros de Editorial Algar especialmente indicados para atender la educación emocional en el aula. Son cuentos ilustrados que tratan temas complejos como la discapacidad, las diferencia o la identidad sexual, siempre de una forma comprensible y amena, promoviendo valores como la tolerancia, la compresión y el respeto.
La realidad educativa del aula exige a los maestros dar respuestas efectivas a los conflictos emocionales de los alumnos, desde una perspectiva individual y de grupo. Por este motivo, es fundamental trabajar la inteligencia emocional de un modo transversal durante todo el curso escolar, incorporando diversas técnicas y métodos relacionados con la educación emocional: talleres, actividades dinámicas, técnicas de relajación, mindfulness, etc.