Enric Senabre es profesor de Ética y Filosofía y ha escrito numerosos títulos de divulgación dirigidos a jóvenes, como El sabor de la ciudadanía, y novelas como El infinito en tus manos. En su último libro, Laura juega con el móvil (Algar), Senabre nos invita a reflexionar sobre la relación que mantienen los jóvenes con la tecnología y el impacto que tiene esta en sus vidas y relaciones personales.
Dicha relación está de actualidad en los medios de comunicación. En los telediarios y en internet se habla del tema, en general, haciendo hincapié en el alto grado de adicción a las pantallas que se observa en los jóvenes, y en que los móviles también entran en las aulas. “Evidentemente, las aulas no son compartimentos estancos. Por los muros que cierran los centros con una intención supuestamente protectora se cuela toda la vida social del exterior. Y los móviles generan problemas nuevos para los que aún no tenemos solución. Alumnado que ha dormido poco, que no deja de consultar los mensajes, que espera ansioso al patio para terminar una partida…”, explica Senabre, quien asegura que se trata de situaciones que se pueden contextualizar y convertir en oportunidades educativas.
“De qué modo influye el móvil en la vida de los jóvenes es más un problema social que escolar. Ahora bien, está claro que son situaciones que hay que abordar educativamente. Por eso me parece tan mala la postura que se está imponiendo de prohibición total de los móviles en los centros, porque pienso que, para la escuela, el móvil es una oportunidad más que un problema”.
Recientemente, algunas instituciones vinculadas a la educación han anunciado su voluntad de restringir el uso de los móviles en el aula. ¿Acaso es la prohibición una solución? Senabre lo tiene claro: la prohibición es un error que solo demuestra la impotencia y la claudicación de una parte del estamento educativo ante una nueva situación que no comprende.
“Es muy triste que la única solución que se nos ocurra sea prohibir, y más tratándose de educación. Parece que se quiera cerrar los ojos a una realidad que se ha impuesto y que no debería abordarse con prohibiciones, sino de manera proactiva, convirtiéndola en un aspecto social más que se integre en un debate general sobre el machismo, la educación, el respeto y el resto de cuestiones”, señala. “Querríamos dejar fuera de los muros todo aquello que no sabemos cómo abordar, pero los muros ahora son líquidos y no es fácil impedir que entren. La respuesta profesional debería ser la de integrar los móviles y las redes sociales en el proceso educativo, con todas las condiciones que se quiera, pero sin renunciar a la mediación que la escuela puede representar en este aspecto”.
Senabre también ha querido subrayar que la incomparecencia de padres, madres y docentes ante esta situación termina en una partida perdida ante las multinacionales, las cuales estarán felices de poder influir en su público más joven sin que nadie se lo impida.
La inactividad es precisamente una cosa que no le gusta a la profesora de lengua de la novela El viatge d’Atena, publicada por Bromera en valenciano y escrita por Senabre. En el libro vemos como el uso de los móviles en el aula por parte del alumnado está prohibido hasta que la docente les pide que lo lleven a clase. Esta es precisamente la postura del autor al respecto: hay que utilizar el móvil en el aula para aprender.
En palabras de Senabre, “todo el profesorado que ha trabajado siempre desde el contexto vital del alumnado, que ha buscado un aprendizaje significativo, sabe que ahora mismo el mundo de la vida es digital también, y que, por lo tanto, este debe ser el punto de partida”. Porque, no lo olvidemos, se necesita una educación integral que forme personas implicadas socialmente. Un objetivo que se debe trabajar por todos los medios, incluyendo las redes sociales.
“Pero, además, podemos encontrar materiales y discursos bien interesantes en las redes sociales, y aprovecharlos es incidir en la formación integral del alumnado. Mucha gente se sorprendería de la cantidad de vídeos didácticos, políticos y sociales que circulan por las redes, y no todos son populistas o mentirosos. Lo único que hay que hacer es formar el criterio de los y las jóvenes y ellos escogerán y elaborarán discursos adecuados a sus convicciones”, asegura en este sentido.
La entrevista continua con la pregunta del millón, un melón que se abre continuamente en conversaciones entre adultos. ¿Existe una edad mínima para empezar a usar el teléfono móvil? Senabre confirma que es un tema que gusta mucho, pero que no tiene una respuesta clara. “Depende de la edad, pero también del acompañamiento que se haga, de la madurez, etc. Es evidente que no es bueno dejar solo al menor con un móvil hasta que no sea capaz de diferenciar lo que es real de lo que no. Pero a partir de ahí, una iniciación gradual, primero limitada, controlada, y después con un poco más de margen, es mejor que comprar el dispositivo y desentenderse”, subraya.
“Pensemos que no es el móvil, es el contexto. Si un niño o niña pasa solo toda la tarde en casa, o se mueve en una familia que no habla, no educa… entonces la influencia de lo que se ve en el móvil es extrema. Pero en un contexto de acompañamiento, de intercambio de pensamientos, es fácil comprender lo que se puede ver en el móvil. Después, también es cierto que se culpabiliza a los jóvenes, pero demasiadas veces son los adultos, padres y madres, los que compran los móviles para controlar, a los que les genera ansiedad que no contesten a sus llamadas, los que invaden la privacidad de los jóvenes… Sobre esto tenemos que reflexionar todos, no solo los jóvenes”.
De hecho, muchos progenitores admiten que no saben cómo reaccionar ante el mal uso que hacen sus hijos e hijas del móvil y que les resulta complicado educar en el buen uso de los dispositivos. Senabre incide en la importancia de no adoptar una postura de superioridad moral, de escuchar, aceptar el error y acompañar. “Los padres y madres tienen que mojarse, abrir cuentas en las aplicaciones de sus hijos e hijas y acompañarlos en el aprendizaje. No hay más. Si quieren saber qué hacen tienen que estar su lado”.
Otro factor que se ha relacionado con la dependencia de las pantallas es la baja autoestima. El autor explica que no deberíamos reducir problemas complejos a causas simples, y que en este caso existen problemas multifactoriales. En cuanto a la baja autoestima, Senabre destaca la influencia de un “contexto sexista que exige a las mujeres una imagen corporal estereotipada, la publicidad, la ficción, un contexto familiar poco consciente, una institución escolar que no termina de tomarse seriamente el tema…”. En esta línea insiste en la idea de que las redes sociales también afectan, “pero entonces”, admite, “lo que deberíamos hacer es mostrar esta situación, hacer consciente al alumnado de la necesidad de quererse y tener cuidado de uno mismo más allá de los me gusta o los corazones”.
Por último, hablamos sobre cómo afrontar situaciones de ciberacoso. Según datos del Ministerio de Educación extraídos de un informa sobre Convivencia Escola en Educación Primaria, un 9,2 % del alumnado asegura haber sido víctima de ciberacoso.
“En estas situaciones, hay que actuar, educar en la prevención, fomentar el respeto, alertar sobre los riesgos, de la misma manera que lo hacemos con la violencia o el acoso personal, denunciando la situación y buscando ayuda para superar sus efectos. Es cierto que la primera reacción que tenemos es esconderlo, pensar que pasará o parará, pero enseguida nos podemos dar cuenta de que no es así, si no ponemos freno, la situación sigue y aumenta de nivel. La mayoría de jóvenes, y de adultos, actúan primero de esta manera, refugiándose en el silencio, y es justo por eso que los libros o las historias en general les pueden ayudar a darse cuenta de que es mejor contarlo y pedir ayuda”, concluye Senabre.
