Maria Viu
Una de las habilidades más importantes y más complejas que se adquieren en la escuela es la lectura. Leer de manera competente asegura el acceso a la mayor parte de las áreas curriculares, además de la posibilidad de disfrutar de entretenimiento sin fin y de la capacidad de adquirir el conocimiento necesario para formarse un punto de vista crítico y propio. Pero leer no es fácil, por eso es imprescindible poner en práctica estrategias innovadoras. Estrategias cooperativas, como los círculos de lectura.
Es una estructura cooperativa que consiste en la lectura del mismo libro por parte de un pequeño grupo, de manera individual y también conjunta, siguiendo una serie de pasos que aseguren la comprensión y el disfrute. La técnica es comparable a los clubs de lectura adultos, en los que la lectura de un libro permite compartir y comparar puntos de vista sobre pasajes concretos o sobre cualquier aspecto que pueda generar un debate, pero más estructurados. Igual que los clubs de lectura, los círculos de lectura permiten una comprensión profunda y poliédrica de las obras y son una herramienta muy adecuada para contribuir a la formación del espíritu crítico de los niños y niñas. Además, al ser actividades en grupo, limitan la posibilidad de que el alumnado menos aficionado a los libros se pueda descolgar.
Como muchos descubrimientos, los círculos de lectura se originaron de manera prácticamente casual en los Estados Unidos, en la década de los 80 del siglo pasado, y pronto demostraron la utilidad para generar dinámicas beneficiosas en los hábitos lectores del alumnado. Por eso mismo, en la actualidad son una práctica habitual en diversos países anglosajones, pero también francófonos. Por esta razón, los estudios más relevantes sobre esta dinámica los encontraremos en inglés o en francés.
Como se ha comentado más arriba, los círculos de lectura son una estructura de trabajo cooperativa en la que cada componente del grupo debe realizar una tarea, y de su correcto desarrollo depende el éxito del trabajo final.
En primer lugar, hay que elegir una lectura y formar los grupos heterogéneos, en los que se adjudicarán una serie de roles que serán rotativos a lo largo de las diferentes sesiones en las que se desarrollará la lectura. Contrariamente a lo que suele significar la lectura de un libro en el aula, en esta dinámica cada alumno o alumna formará parte de un grupo en función del libro que prefiera, hasta que toda la clase tenga un círculo y todos estén más o menos equilibrados. Por tanto, la elección del material corresponde a cada lector o lectora, y diferentes grupos leerán libros también diferentes.
Como el objetivo de trabajo pasa por la discusión sobre el contenido de los libros, pero también por conseguir un trabajo diverso y global, a la vez que placentero, el o la docente repartirá las tareas, que podrán ser generar los debates, seleccionar fragmentos significativos, ilustrar, conectar el contenido del libro con la vida real, resumir para recordar, enriquecer el léxico a partir de la lectura, situar las acciones geográficamente, investigar temas relacionados con el libro… Todo el mundo hace aportaciones, leyendo y hablando, escuchando y compartiendo puntos de vista, aportando datos complementarios, resumiendo por escrito, explicando estructurada y claramente argumentos al resto de la clase, etc.
El profesorado asume, así, la responsabilidad de facilitar, observar, escuchar y a menudo acompañar en la lectura, pero sin instruir, sino permaneciendo junto a su alumnado, y así el proceso lector es más auténtico y enriquecedor para todo el mundo. Cada sesión se convierte, así, en un reto diferente, con diversas posibilidades de desarrollo para cada miembro del equipo, y eso proporciona al personal docente las herramientas para la evaluación mediante la observación y la autoevaluación del alumnado, entre otras. Como su nombre indica, ¡una tarea redonda!
Aprovechando que se acerca el Día del Libro, aquí os dejamos una guía con 6 propuestas de actividades para celebrarlo en el aula.