Mar Romera es maestra, licenciada en pedagogía y en psicopedagogía, y especialista en inteligencia emocional. Además, es autora de libros como La familia, la primera escuela de las emociones, con prólogo de Francesco Tonucci. En la actualidad, es asesora pedagógica en la implementación de programas de innovación educativa en diferentes centros españoles. Preside la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci (APFRATO) y es autora y coordinadora del modelo pedagógico Educar con 3 ces: capacidades, competencias y corazón. Hablamos con ella sobre este modelo, y sobre cómo ve la situación de la educación en la nueva normalidad.
El último libro publicado de Mar Romera se titula La escuela que quiero, donde ha intentado recoger diferentes miradas: «Está redactado como madre, como maestra, como niña y como sociedad. Al final, la escuela es un servicio para todas estas miradas, pero cada una queremos una cosa diferente. Es por eso que en ocasiones es tan difícil llegar a un consenso sobre lo que realmente queremos. La escuela que yo quiero, desde la conexión entre todas estas miradas, se centra en el niño y en la niña. Una escuela que evoluciona de ser para la infancia a ser con la infancia», comenta Romera. «Por tanto, la escuela que quiero es la escuela que necesita el planeta Tierra en el siglo XXI».
Para la especialista en inteligencia emocional, al pasar las personas al centro del modelo educativo, en lugar del currículum entendido como estructura de asignaturas o disciplinas, se cambia todo: «Se cambia la mirada. Los adultos se convierten en referentes y para ello se tienen que cuidar. Se juega siempre con tres ces: coraje, valentía –y por tanto confianza–, y también calma. El adulto, el docente, enseña desde el cerebro del que aprende y no desde el que enseña, como dice José Antonio Fernández Bravo. Por eso se convierte en una escuela de preguntas y no en una de respuestas».
«El alumnado no aprende lo que le enseñamos, sino que nos aprende a nosotros. Es la escuela del ser, la que quiero»
El tiempo es un elemento fundamental en la idea de Mar Romera: «Desde mi punto de vista, el alumnado no aprende lo que le enseñamos, sino que nos aprende a nosotros. Es la escuela del ser, la que quiero». Explica que, si los adultos, docentes y referentes no se cuidan, no evolucionan, estarán dando el ejemplo de un modelo erróneo a los más pequeños. «El objetivo sería transmitir amor hacia el conocimiento y para eso yo tengo que amarlo primero», apunta.
Sobre la llegada del COVID-19 a España, el confinamiento y la transformación acelerada de la escuela en un formato en línea, Mar Romera opina que «ha sido simplemente la evidencia de las miserias que ya tenía el sistema educativo. Ya había muchos peques que no tenían los recursos, da igual si son online, en libros o si es de cultura en el seno familiar, por eso yo siempre digo que para mí el COVID-19 en educación ha sido una gran oportunidad. Es, está siendo y puede ser una gran oportunidad porque yo no quiero volver a la normalidad, yo quiero hacer una escuela diferente. Por lo tanto, creo que es el momento de cambiar el paradigma y de cambiar la mirada».
Para Romera, intentar retornar a la normalidad en la vuelta a la escuela presencial sería un retroceso de siglos, teniendo en cuenta el avance que se podría haber hecho: «Volvemos a poner en el centro de la diana la asignatura, el currículum, y ahora además de forma separada, individualizada, sin contacto, con la mascarilla... esto va a ser un desastre. Mejor no empezar la escuela así». Se reafirma, pues, en la oportunidad de estructurar la escuela de otra manera: «En los momentos de crisis es cuando realmente podemos evolucionar y cambiar de paradigma».
«Para mí el COVID-19 en educación ha sido una gran oportunidad»
Preguntada por las voces críticas que señalan un abandono de la educación por parte de gobernantes y sociedad, Mar Romera piensa que no se ha pensado a largo plazo. «Es verdad que, en esta situación tan convulsa, desde todos los sectores y sin ánimo de culpabilizar a nadie, hemos dedicado las energías a apagar fuegos. Apagar fuegos es importante, pero si en un bosque solo apagamos fuegos y no plantamos árboles, al paso de una década tendremos un bosque apagado, pero muerto. Apostar por la infancia es plantar árboles. Es considerarlos que ya son ciudadanos de primera hoy, que no son ciudadanos de mañana». Para que este descuido no se repita, Romera apuesta por un buen modelo educativo, basado en valores y en responsabilidad individual. «Tenemos que romper con la cultura del fast food, del todo rápido, aquí y ahora. No: la infancia necesita tiempo», concluye.
«Mi consejo es que exista una conexión directa en la vía que pueda ser con los centros educativos»
Romera, que con el inicio de curso está en constante contacto con directores, profesores y otros profesionales de la docencia, da un único consejo a las familias que en la nueva normalidad ven con preocupación la educación de sus hijos e hijas: la escucha. «Si es complicada la transformación del modelo educativo en las escuelas y se trata de profesionales, imagínate en casa. No es fácil. Mi consejo es que exista una conexión directa en la vía que pueda ser con los centros educativos. Que podamos de verdad dedicar tiempo. Creo que en los tiempos que corren es fundamental la escucha, el compartir el tiempo, pero compartir un tiempo real y, además, hacerlos partícipes de verdad de los aprendizajes que se dan en la vida cotidiana, que es lo que de verdad necesitan nuestros niños y niñas. Leer en familia, ver una película en familia y comentarla, cocinar en familia, planificar los gastos de la semana o del mes en familia...». Afirma que hay muchas posibilidades, aunque también conoce y comprende el estrés de las familias en estos momentos tan difíciles a nivel laboral y económico.
