Para la llamada Generación Z –formada por adolescentes y jóvenes–, las tecnologías de la información y la comunicación son una realidad cotidiana desde la primera infancia. Dominan un gran número de herramientas digitales (tabletas, teléfonos móviles inteligentes...) y saben cómo funciona el mundo de las redes sociales. Por eso, las nuevas tendencias educativas apuestan por incorporar las TIC en el aula durante todas las etapas formativas. Alícia Martí –coautora del libro DidàcTICs, junto con Pilar García–, explica que el hecho de que el alumnado tenga cada vez un mayor conocimiento de estas herramientas favorece la posibilidad de implementarlas en la docencia con el objetivo de mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Según apunta la profesora Alícia Martí, los estudios realizados sobre los efectos de las nuevas tecnologías ponen de manifiesto numerosas ventajas de las TIC en eduación, como una alta participación y motivación durante el proceso de aprendizaje, además de un desarrollo progresivo de la competencia digital, una mejor comprensión de los contenidos, una mayor facilidad para trabajar en equipo… y, en definitiva, una mejora del rendimiento académico. Asimismo, Martí expone también la importancia de plantear la presencia transversal de las TIC en todas las áreas escolares. De esta forma se garantiza que «el alumnado, al finalizar las diferentes etapas obligatorias, adquiera competencia digital», añade.
«Las tecnologías deberían convertirse en un catalizador de la innovación pedagógica y utilizarse en proyectos colaborativos»
Otra cuestión es el uso que hacemos de la tecnología: si la utilizamos exclusivamente para presentar contenidos o si la utilizamos para que el alumnado pueda acceder a la información de forma crítica e, incluso, que cree y comparta documentos. «Es necesario tener en cuenta que, en muchos casos, las TIC se utilizan como soporte de las clases y se integran en un modelo de enseñanza tradicional. Pero las tecnologías deberían convertirse en un catalizador de la innovación pedagógica y utilizarse en proyectos colaborativos. Ahora bien, eso requiere formación en competencia digital por parte del profesorado», aclara.
Así pues, para Martí, la incorporación de las TIC en las aulas debería pasar por un aprendizaje «activo y significativo», que mantenga el interés del alumnado y aumente su motivación. ¿Cómo se hace eso? Martí y Garcia plantean una serie de propuestas concretas para el aula, fáciles de aplicar y de lo más estimulantes –contrastadas gracias a su experiencia en el aula– sobre cómo utilizar las tecnologías de la información en clase y estrategias para incorporar las TIC en el aula.
«Entre el profesorado de lengua, un ejercicio habitual es la corrección lingüística, pero esta no siempre produce los resultados esperados. Por eso nos planteamos un proyecto colaborativo con una finalidad comunicativa, como es el caso de la creación de un vídeo sobre cuestiones lingüísticas, el videoling, un material didáctico eficaz para ayudar al alumnado a aprender de una manera activa al convertirlo en protagonista de su propio aprendizaje», explica Martí. Esta propuesta, además de motivar al estudiantado, favorece la reflexión metalingüística sobre las faltas más habituales y las partes de la gramática que puedan ser más difíciles de aprender.
Otro proyecto interesante para trabajar esta cuestión es el cazafaltas, donde el alumnado se organiza en grupos para identificar errores en carteles públicos, eslóganes publicitarios, etc. Después se deberá preparar un comentario lingüístico analizándolas y un Petxa-kutxa, es decir, una presentación oral con diapositivas. «Por nuestra experiencia, en algunos casos esta actividad continúa más allá, ya que a veces nos llegan mensajes a las redes de exalumnos que nos comentan nuevas faltas cazadas», añade Martí.
Por otra parte, es recomendable seleccionar herramientas gratuitas con el objetivo de evitar brechas digitales en el alumnado. Además, si es posible, es necesario elegir herramientas en nuestra lengua. «Para mí, las más habituales son las que sirven para presentar, ordenar y organizar de manera visual la información, para almacenar y compartir la información y para trabajar con vídeos, audios e imágenes», comenta la profesora.
La crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19 forzó una docencia remota de emergencia, sin formación específica entre el profesorado y con pocos recursos. Pero, independientemente de esta situación, para Martí, la incorporación de las TIC en la enseñanza se convierte en una necesidad porque depende de la calidad de vida y el futuro del alumnado. «Tenemos que integrar la tecnología en la enseñanza para mejorar el aprendizaje», comenta. Además, la experta apunta que hay una buena predisposición entre el profesorado de cara a acoger las TIC en clase: «la mayoría de los futuros docentes pertenecen a generaciones acostumbradas al uso de las tecnologías en su día a día y, por tanto, ven con normalidad su inclusión en el aula». No obstante, cabe señalar que su formación es aún escasa o insuficiente, algo que limita el uso en la práctica.
«Tenemos que integrar la tecnología en la enseñanza para mejorar el aprendizaje»
Así pues, el futuro pasa por hacer frente a esta falta de competencia digital en el sistema educativo por medio de la capacitación docente para el mundo digital. «La situación vivida se ha convertido en una oportunidad para reflexionar sobre el uso de las TIC. Quiero pensar que, a partir de ahora, muchos profesores y profesoras integrarán en su práctica de aula algunas de las herramientas que han empleado durante el confinamiento», reflexiona Martí. Pero antes hay que perder el miedo y aprender a compartir.
En este sentido, Martí apunta que el profesorado debe replantearse su papel en la construcción del conocimiento y tiene que asumir el reto de las TIC en la educación. «No hace falta estar al día en todas las herramientas existentes –puntualiza–, pero podemos aprender los unos de los otros y colaborar con el alumnado para incorporar aquellas que consideremos que contribuyen a mejorar nuestro trabajo». La clave está en que los docentes compartan sus experiencias con el resto de compañeros y compañeras y hablen sin embudos de las actividades que les han funcionado y las que no. «Aprender de los errores y discutir entre el profesorado las mejores estrategias para conseguir una enseñanza de calidad es vital para garantizar la buena salud de nuestro sistema educativo en el futuro».