El profesorado está más que habituado a redactar planes. Cada año toca uno diferente: de convivencia, de integración, de atención a la diversidad, de evacuación, de mejora, de calidad… La lista es interminable. Se trata de temáticas siempre necesarias para el buen funcionamiento de los centros pero que, al ser presentadas por la administración como un documento a elaborar, son vistas, invariablemente, como una carga burocrática.
Y, no obstante, el profesorado –sobre todo en relación a los planes que considera más útiles para la acción docente-, se implica en el trabajo ordenado y trata de realizarlo de la mejor manera posible. A menudo, además, lo hace sin el apoyo y el asesoramiento necesario porque, como es lógico, no siempre se es especialista en la temática que se tiene que abordar. Por lo tanto, procura informarse, colaborar y compartir con la gente de otros centros o bien recurrir a la ayuda de alguno experto o experta.
La cuestión es que cuando, finalmente, consigue redactar el documento solicitado, todo el mundo respira y descansa.
Pero con la redacción del plan lector no lo tenemos todo hecho. Como es lógico, es entonces cuando empieza realment el trabajo más interesante. Es el momento de poner en práctica las acciones y las actividades relacionadas con el plan escrito porque, si no lo hacemos, difícilmente conseguiremos los objetivos que nos hemos marcado.
En este sentido, si hemos optado por un plan de fomento lector de centro general y válido para más de un curso escolar, la primera decisión que tenemos que tomar es seleccionar, de todo el abanico de las acciones relacionadas con el plan, las que queremos y podemos realizar en cada curso escolar.
Porque, evidentemente, si no medimos bien nuestras posibilidades e intentamos hacerlo todo, no conseguiremos nada porque, entre otras cosas, nos frustraremos. Por lo tanto, elegiremos qué acciones y actividades estamos dispuestos a realizar cada año, por ejemplo, destinadas a la formación del profesorado, porque no siempre podremos hacer un curso de formación en centros sobre técnicas y estrategias de animación a la lectura o sobre la oferta de literatura infantil y juvenil, especialmente en las circunstancias actuales provocadas por la COVID-19.
En muchos casos, convendrá ser realistas y plantearnos, al menos, una sesión al trimestre para recibir información sobre aspectos muy concretos, como recursos en Internet para fomentar la lectura, técnicas para trabajar la poesía, o lectura y dramatización de textos, etc.
Para el resto de actividades, especialmente aquellas destinadas al alumnado, seguiremos el mismo procedimiento. Así pues, será necesario que los claustros se reúnan para acordar las acciones anuales, distinguiendo las que se realicen conjuntamente en todo el centro y las que cada tutor o profesor hará con el alumnado dentro del aula.
Para las primeras, se tendrán que reunir los ciclos o los departamentos y determinar cuáles tienen más consenso: celebración del Día del Libro, selección de lecturas adecuadas para tratar la igualdad de género en la celebración del Día de la Mujer, participación del centro en la oferta teatral del entorno, visita a la biblioteca pública, participación del alumnado en los concursos literarios convocados por el centro o por otras instituciones y entidades externas, selección de libros para su lectura colectiva…
Por lo que respecta a las segundas –es decir, aquellas que afectan sólo al alumnado de un aula–, cada profesor incluirá en la programación docente las acciones y las actividades que en cada curso escolar se compromete a realizar: seguimiento de lecturas individuales y voluntarias del alumnado; estimulación de las lecturas con su valoración en los resultados de la evaluación trimestral del alumnado; presentación de libros, autores y temas; propuesta de actividades que implican el trabajo de la comprensión lectora de los textos leídos en el aula…
En definitiva, un abanico de posibilidades amplio que, en algún caso, renovaremos cada curso y, en otros, mantendremos por la eficacia o la facilidad de cada recurso a la hora de aplicarlo. En cualquier caso, se trata de conseguir lo más importante: no sólo tener un plan de fomento lector de centro, sino aplicarlo.
Sobre todo porque vale la pena hacerlo. Todos sabemos, y hemos comprobado, que los alumnos y alumnas que leen consiguen un rendimiento académico mejor. Y, solo por eso, ya vale la pena que nos esforcemos por conseguir una ciudadanía lectora, aunque la lectura presente muchas otras ventajas.
No obstante, también tenemos que tener en cuenta que no podremos conseguir unos buenos resultados en este aspecto de la lectura, ni en ningún otro, si lo hacemos todo de manera aislada. Como profesionales responsables, tenemos que aprender a compartir experiencias con los compañeros y compañeras, y no sólo de nuestro centro educativo, sino también de otros: tenemos que atrevernos a reconocer que otros también lo hacen bien e imitarlos. Pero también a innovar cada curso y, sobre todo, a evaluar con resultados lo que hacemos para mejorar año tras año e ir introduciendo las modificaciones que sean necesarias.
Y, si os habéis quedado con ganas de profundizar en algunas de las actividades que proponemos para incluir en el plan lector y fomentar la lectura, podéis consultar este artículo sobre cómo abordar la comprensión lectora en el aula.