Algar Editorial

Microhabilidades: La Lectura en voz alta

11 d'agosto de 2020

En el proceso de aprendizaje lector, la primera fase de la lectura es siempre en voz alta. Las experiencias iniciales de niños y niñas pasan por decir las letras una por una y enlazarlas para descubrir qué palabra se encuentra escondida en ellas. Más adelante llega la etapa del movimiento de labios, el gesto tan característico que realizan cuando, en plena concentración de cara a un libro les vemos mover la boca sin que salga de ella ningún sonido. Seguro que habéis presenciado
más de una vez estos pasos iniciales tan característicos. Se  trata de las primeras vocalizaciones indecisas, que van cobrando seguridad a medida que se frecuentan, y que nos muestran cómo progresan los lectores y lectoras. Aunque fundamental, esta primera fase de silabeo habitualmente no se prolonga demasiado en el tiempo, ya que es precisamente eso: la fase inicial. Porque una vez que ya han ganado seguridad, los pequeños y las pequeñas se saltan el dibujo de las letras con los labios y pasan, directamente, a guardarse en sus cabecitas los mensajes escritos. Cuando pueden reproducir el contenido relevante sin
hacerlo literalmente, tan solo tomando las ideas principales, podemos decir que han pasado del descifrado del código a la lectura. Ahora bien: leer en voz alta, aunque parezca que se asimila a los inicios del proceso lector, no es tan fácil, y si reflexionamos, seguro que encontraremos numerosos ejemplos en nuestro entorno de personas que son lectores competentes desde el punto de vista de la comprensión, pero que no lo hacen tan bien cuando les pedimos que lean en voz
alta. Por tanto, la lectura en voz alta es, en sí misma, una microhabilidad que merece la pena trabajar de manera específica.

 

Una microhabilidad para incorporar en el aula


Leer en voz alta no es simplemente poner voz a las letras, sino que implica una comprensión profunda de los textos, una especie de recitado. En épocas pasadas, la lectura en voz alta era habitual en las aulas, pero desde hace unos años ha pasado a formar parte de aquellas prácticas docentes con poca aceptación —como los dictados o aprender de memoria—, y la cuestión es que se trata de un trabajo que debería practicarse a cualquier edad, ya que en todas es beneficioso. A la postre, la práctica habitual de la lectura en voz alta debería incorporarse a las aulas, e incluso sería interesante que en el seno de las familias encontrara también su tiempo. Y es que se trata de una actividad que conlleva beneficios extraordinarios, tanto para quien escucha como para quien lee. De hecho, que las madres y los padres lean en voz alta a los bebés durante el embarazo ya les ayuda a reconocer la voz de los progenitores, les acostumbra a prestar atención, les hace compañía y contribuye a la creación de vínculos emocionales entre ellos. Incluso hay evidencias de que potencia el desarrollo cerebral. La práctica habitual de la lectura en voz alta prepara la capacidad de aprender otras habilidades de los niños y niñas, aporta beneficios que vienen avalados por diversos estudios: contribuye a la mejora de la ortografía, de la comprensión lectora y de la fluidez expresiva, tanto oral como escrita. Un lector o lectora en voz alta consigue, con esta actividad, desarrollar todas sus capacidades lingüísticas: la comprensión, la expresión, el vocabulario, la sintaxis, la pronunciación, la entonación... Además, la lectura en voz alta contribuye a que tanto quien lee como quien escucha puedan entender el acto comunicativo como un intercambio.

En la escuela, es una buena iniciativa incluir momentos en que la lectura en voz alta sea la protagonista. Si el maestro lee en voz alta, la clase puede dedicarse a escuchar, y eso les permite que presten atención, que imaginen y que se concentren en vivir más profundamente las historias contadas, es decir, que en realidad la primera virtud de esta práctica es que estimula la imaginación y la creatividad. Es bueno que se escuche la voz del o la docente, para que se pueda tomar como modelo. Y es que, cada vez que leemos en voz alta hacemos un gesto para ganar confianza en nosotros mismos, ayuda a superar retos y aumenta la resiliencia. ¿Se os ocurre un aprendizaje más importante?

 

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